Trastorno Límite de La Personalidad

Trastorno Limite de la Personalidad: la frontera entre la normalidad y la patología

El Trastorno Límite de la Personalidad es una alteración del comportamiento que se encuentra en la frontera entre la normalidad y la patología.

Las características son; inestabilidad emocional y afectiva, impulsividad, sensación de vulnerabilidad, dificultad para adaptarse, temor al abandono, problemas de relación y de identidad, sentimientos de vacío existencial, reacciones inapropiadas violentas, ideación paranoide por estrés y a veces síntomas disociativos serios.

La inestabilidad afectiva, propia de este trastorno, se manifiesta con bruscos cambios de humor y de estado de ánimo, con períodos de ira, angustia o desesperación y escasos momentos de bienestar y satisfacción.

La Infelicidad como forma de ser

¿Por qué elegir ser infelices? está en nuestra mano.

Somos lo que pensamos y creemos en lo que pensamos; y si los pensamientos egocéntricos nos dominan pueden darnos una apreciación de la realidad ficticia, centrada sólo en nosotros mismos, sin dejar espacio para el otro y llenarnos de frustración e infelicidad.

A veces creemos ser demasiado generosos y las actitudes no esperadas de los demás nos hacen arrepentirnos de esa generosidad, sin darnos cuenta que también nosotros actuamos sin saberlo impulsados por motivos egoístas.

Una madre que ayuda a su hijos con la crianza de sus nietos se puede llegar a sentir en algún momento que está dando demasiado y recibiendo poco, sin embargo no puede darse cuenta que cuidar a los nietos es lo que ha elegido, tal vez por motivos egoístas, para no sentirse sola, para justificar sus horas, para tener algo que hacer, para sentir que la necesitan o porque no se anima a hacer otra cosa.

Crisis de angustia

Pánico.

La persona que sufre episodios de pánico se siente súbitamente aterrorizada sin una razón evidente para sí misma o para los demás. Durante el ataque de pánico se producen síntomas físicos muy intensos: taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación pulmonar, temblores o mareos. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento o lugar sin previo aviso.

Durante un ataque de pánico o crisis de angustia se presenta al individuo una súbita aparición de un nivel elevado de ansiedad y excitación fisiológica sin causa aparente. La aparición de estos episodios de miedo intenso es generalmente abrupta y suele no tener un claro desencadenante. Los ataques de pánico se manifiestan como episodios que irrumpen abrupta e inesperadamente sin causa aparente y se acompañan de síntomas asociados al miedo, tales como hipertensión arterial súbita, taquicardia, dificultad respiratoria (disnea), mareos e inestabilidad, sudoración, vómitos o náuseas, síntomas todos ellos coherentes con el miedo que los provoca. Generalmente acompaña a la crisis una extrañeza del yo junto a una percepción de irrealidad y de no reconocimiento del entorno.

Los ataques de pánico no duran mucho pero son tan intensos que la persona afectada los percibe como muy prolongados. A menudo el individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida (aspecto congruente con la emoción que el sujeto está sintiendo). El hecho de no poder escapar físicamente de la situación de miedo extremo en que se encuentra el afectado acentúa sobremanera los síntomas de pánico.

Experimentar un ataque de pánico es una terrible, incómoda e intensa experiencia que suele relacionarse con que la persona restrinja su conducta, lo que puede conducir, en casos, a adoptar conductas limitativas para evitar la repetición de las crisis. El trastorno puede desembocar en agorafobia, por miedo a presentar nuevas crisis si se presenta una fuerte conducta evitativa en el afectado.

bkg_fondo_home

Asertividad

¿Eres capaz de expresar tus sentimientos, pensamientos, ideas, derechos… con firmeza, pero sin pasar por encima de los de los demás?
ASERTIVIDAD: Es la capacidad de un individuo para transmitir a otra persona sus posturas, opiniones, creencias, sentimientos, decisiones y deseos de forma eficaz, sin sentirse incómodo, con firmeza, pero sin agresividad ni tampoco inhibición.

La opinión de los demás

¿Por qué nos afecta tanto la opinión de los demás, si es sólo eso, la opinión de los demás?

La aceptación de los demás es agradable, pero cometemos un grave error cuando lo elevamos a la categoría de necesario.

Las personas somos seres sociales y tenemos arraigadas tendencias hacia la pertenencia de grupo. Además arrastramos arcaicos recuerdos en los que el ostracismo y el rechazo del grupo suponía la muerte.

La mente de las personas también tiene otra tendencia que es la de tratar de anticipar lo que va a ocurrir para estar preparado para actuar lo mejor posible.

Estas dos características de los seres humanos hacen que sea necesario prestarle atención a las opiniones de los demás sobre uno mismo, para lograr la aceptación y pertenencia a un grupo y para tratar de actuar de forma eficaz en las situaciones sociales.

Pero una cosa es este interés natural y práctico por funcionar eficazmente y otro es llegar a sentirse mal por los propios pensamientos sobre las opiniones de los demás, llegar a evitar situaciones por sentirse inseguro o con miedos, o condicionar de alguna manera las propias elecciones para lograr el beneplácito ajeno.

Cuando una persona se siente mal ante los demás, es porque tiene algunos conceptos erróneos sobre la influencia de los demás en la vida de uno.
Los errores más comunes son los siguientes:

Las ideas irracionales, según Albert Ellis

Un articulo importante y necesario para la vida de todas las personas, con un lenguaje sencillo.

El psicólogo Albert Ellis, uno de los más influyentes del siglo pasado, afirmaba que si las personas lograran una sana filosofía de vida, sería raro que se pudieran encontrar emocionalmente perturbadas. Ellis reconocía el papel de las emociones pero, sin embargo, puso un mayor peso en los pensamientos y en cómo éstos afectan a lo que hacemos y a lo que sentimos.

Según la perspectiva de este autor, las emociones, el pensamiento y nuestros hábitos de vida (conducta) se influyen mutuamente, volviéndose coherentes para la persona. Es decir, si por educación hemos adquirido ciertos hábitos (conductas), lo habitual es que pensemos sobre ellos que son adecuados (pensamientos) y nos sintamos bien (o, al menos, no nos sintamos mal) llevándolos a cabo (emociones). Imaginemos, por un momento, que a un niño/a está habituado a que en su familia se hable gritando (conducta); cuando ese niño/a crezca, es probable que piense que gritar es normal (pensamientos) y no se sienta mal por ello (emociones).

Dado que hay una “cadena” entre pensamientos, emociones y conducta, Ellis propone modificar en primer lugar los pensamientos, y luego éstos provocan cambios en los otros dos componentes. Para ello, el autor identificó las llamadas ideas irracionales más frecuentes, que podrían resumirse tal y como sigue:

  1. Es una necesidad extrema, para el ser humano adulto, el ser amado y aprobado por cada persona significativa de su entorno
  2. Para considerarme a mí mismo/a como una persona válida debo ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa que me proponga
  3. Las personas que no actúan como deberían son malvadas, y deberían ser castigadas por su maldad
  4. Es terrible que las cosas no funcionen como a uno/a le gustaría
  5. La desgracia y el malestar humano están provocados por las circunstancias externas, y la gente no tiene capacidad para controlar sus emociones
  6. Si algo es (o puede ser) peligroso, debo sentirme terriblemente inquieto/a por ello y debo pensar constantemente en la posibilidad de que ocurra, para estar preparado/a
  7. Es más fácil evitar responsabilidades y dificultades de la vida que hacerles frente. Así viviré más tranquilo/a
  8. Debo depender de los demás y necesito a alguien más fuerte que yo en quien confiar
  9. Lo que me ocurrió en el pasado seguirá afectándome siempre
  10. Debemos sentirnos muy preocupados por los problemas y perturbaciones de los demás
  11. Existe una solución perfecta para cada problema, y debemos hallarla siempre

Distorsiones cognitivas

Un artículo muy interesante sobre cómo a veces nos equivocamos a la hora de interpretar las cosas que nos pasan.

Tras los sentimientos negativos (ansiedad, ira, depresión…) existen unos pensamientos irracionales que los provocan. Son las llamadas distorsiones cognitivas. Estos pensamientos ocultan, ignoran o disfrazan la realidad y harán estériles nuestros esfuerzos para conseguir lo que nos proponemos.

Las más importantes son:

1. FILTRAJE O ABSTRACCIÓN SELECTIVA: Consiste en seleccionar en forma de “visión de túnel” un solo aspecto de una situación, aspecto que tiñe toda la interpretación de la situación y no se percata de otros que lo contradicen. Una persona se encuentra con un amigo y hablan de muchos temas agradables, sin embargo discuten de política, y al marcharse a casa se siente irritado pensando en las críticas de aquel hacia sus ideas políticas, olvidando los otros temas agradables compartidos. Se filtra lo negativo, lo positivo se olvida. Palabras claves para detectar esta distorsión son: “No puedo soportar esto”, “No aguanto que “, “Es horrible”, “Es insoportable”.

Alternativas: Desdramatizar y buscar soluciones. Preguntarse: ¿Qué ha ocurrido otras veces? ¿Realmente fue tan malo? ¿Se puede hacer algo si eso vuelve a ocurrir?

2. PENSAMIENTO POLARIZADO: Consiste en valorar los acontecimientos en forma extrema sin tener en cuenta los aspectos intermedios. Las cosas se valoran como buenas o malas, blancas o negras, olvidando grados intermedios. Por ejemplo un chico que recibe un no al invitar a una chica piensa: “Solamente me pasan cosas malas”. Otra persona que no encuentra trabajo piensa: “Soy un incompetente e inútil”. Palabras claves para detectar esta distorsión son todas aquellas que extreman las valoraciones olvidando los grados intermedios y matices. Ejemplos: “Fracasado”, “Cobarde”, “inútil”, etc.

Salud y enfermedad mental

Os dejamos un artículo muy útil sobre la línea que separa la salud y enfermedad mental y cómo reconocer cuándo se ha traspasado esa línea y es necesario pedir ayuda profesional.

Gracias a Dios, ya podemos obtener tratamientos efectivos para muchas enfermedades mentales. Desafortunadamente, la mayor parte de las personas que necesitan estos tratamientos no buscan ayuda. La gente cree, de manera equivocada, que la culpa de estos síntomas que experimentan la tienen ellos, o que éstos son provocados por debilidad personal. Creen que haciendo un verdadero esfuerzo pueden vencer esos problemas ellos mismos y en el proceso, sufren sin necesidad.

Hay que entender la diferencia entre una enfermedad mental y los problemas cotidianos de la vida, para evitar sufrimientos innecesarios. Las enfermedades mentales casi siempre implican malos funcionamientos biológicos que necesitan de tratamiento profesional. Una persona con una enfermedad mental necesita ayuda tanto para combatir la enfermedad como para hacerles frente a los problemas cotidianos. Sin embargo, las personas que gozan de salud mental pueden hacer frente a los problemas cotidianos por ellos mismos. En cambio, aún estas personas saludables a menudo encuentran útil la ayuda profesional.

Ea siguiente debate sobre salud mental y enfermedad mental tiene como finalidad ofrecer información para ayudar a las personas a llevar una vida más feliz y saludable.

Salud Mental

La salud mental puede tener distintos  significados para las personas. La adecuada autoestima y la capacidad de sentir compasión por otras personas son elementos importantes de la salud mental. No obstante, las personas saludables saben que no son perfectas ni pueden significar todo para los demás. Experimentan una amplia gama de emociones entre las que caben destacar enfado, tristeza y frustración así como amor, alegría y satisfacción. Mientras ellas por regla general pueden resolver los retos y los cambios de la vida cotidiana, pueden buscar ayuda si tienen dificultad frente a serios traumas y crisis (pérdida de seres queridos, problemas de pareja, problemas escolares, la perspectiva de jubilación, etc.)