Trastornos del Estado de Ánimo

A veces, las cosas más simples, como levantarse de la cama, ducharse o empezar el día, pueden parecer un desafío enorme. Actividades que antes realizábamos de forma automática ahora se ven envueltas en pensamientos que nos hacen perderles el sentido.

Quizá sientas que te has desconectado de ti mismo, como si hubieras perdido tu energía vital o no te reconocieras. Puede que reír te cueste cada vez más y que esos momentos de alegría sean más escasos. Tal vez sientas que te estás aislando de las personas, pensando: ¿Quién querría estar conmigo si siempre estoy así?. Esto puede hacer que compartas menos lo que sientes, por miedo a que los demás se cansen, o que te resulte difícil estar presente en situaciones sociales, deseando todo el tiempo volver a casa.

Quizá te compares con los demás, con las vidas que muestran, y pienses que todos están avanzando mientras tú te sientes vacío o atrapado. A veces, incluso, la culpa se suma al malestar: “No debería sentirme así, hay personas que han pasado cosas peores”. Estos pensamientos negativos sobre ti mismo, los demás y el mundo que te rodea pueden volverse tan fuertes que te parezca imposible ver algo bueno.

Cuando esta sensación se apodera de tu día a día, es importante saber que no tienes que enfrentarlo solo. Pedir ayuda es un paso clave para recuperar tu bienestar y reencontrarte contigo mismo.