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¿Es malo que un niño tenga un amigo imaginario?

Muchos padres se asustan terriblemente cuando descubren que su hijo está hablando solo, aunque sea en su lenguaje idiosincrásico del que entendemos poco pero ¿realmente hay motivos para asustarse porque tenga un amigo imaginario?

El tema del amigo imaginario se ha estudiado desde diferentes ángulos y vertientes en la búsqueda de saber qué es lo que se esconde detrás de esta situación. En la actualidad, todavía no se puede afirmar de dónde surge y por qué, pero sí que se sabe que un altísimo porcentaje de niños comparten sus aventuras diarias con un amigo al que los demás no podemos ver.

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El Cociente Intelectual

Uno de los conceptos más difíciles de definir en psicología es la inteligencia.

¿Qué es la inteligencia?

Si bien puede llegarse a cierto consenso en definir la inteligencia como la capacidad de entender, asimilar y elaborar información, a la vez que saber relacionarla y utilizarla, el término inteligencia es siempre motivo de polémica.

Aquellos que intentan encontrar unos parámetros para poder estudiarla y comprender todos sus entresijos se cuestionan ¿Cuánto de la inteligencia es debido a la memoria?, ¿Podemos hablar de inteligencia para las matemáticas, para la música, para establecer relaciones saludables? Una persona puede ser muy hábil en alguno de estos aspectos pero muy poco en otros, entonces ¿Es o no inteligente?

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Beneficios psicológicos de un abrazo

A pesar de que en muchas ocasiones nos neguemos a aceptar la necesidad de contacto físico, ésta es real. Todo ser humano necesita el contacto y el cariño, de la misma manera que todo el mundo necesita amar y sentirse amado.

Los beneficios del contacto físico no son muy conocidos porque al final hemos aprendido a mantener relaciones más o menos superficiales y el contacto real, un abrazo o una caricia se suele guardar para la intimidad de una pareja.

Pero si realmente conociéramos los beneficios que supone el contacto físico tal vez comenzaríamos a relacionarnos de otra manera y seríamos capaces de sobrepasar los límites que esta sociedad ha impuesto, donde el contacto y las muestras de cariño no siempre son vistas como algo bonito o el hecho de compartir una caricia con alguien ya supone, a vistas del mundo, tener unos sentimientos que sobrepasan la amistad.

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Trastorno de identidad disociativo

El trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de personalidad múltiple, pertenece a los trastornos disociativos. En estos trastornos la persona se distancia y escapa de la realidad de forma patológica, en muchos casos debido a una experiencia traumática.

La disociación

Cualquier persona puede experimentar cierto grado de disociación leve si lee un libro, juega un videojuego o está viendo una película y se queda tan absorto que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. Lo mismo sucede cuando vas conduciendo y apenas recuerdas si pasaste por un determinado lugar, tal como si llevaras el piloto automático.

Sin embargo en los trastornos disociativos los pensamientos, acciones, recuerdos incluso su propia identidad está desconectados, de forma patológica, de la realidad.

Se cree que estos trastornos están causados por una experiencia traumática. provocado porque la persona se distancia de lo que le causó dolor como un mecanismo de defensa.

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¿Por qué tengo problemas con todo el mundo?

Una pregunta que no llega a hacerse todo el mundo pero que estaría bien poder preguntarse en algún momento es ¿todo el mundo tiene un problema o será que yo soy quien lo tiene?

Esta pregunta no es una invitación a fustigarse emocionalmente ni a castigarse, si no a abrir preguntas para salir del victimismo en el que nos colocamos en este tipo de situaciones. “todo el mundo me hace daño”, “Todo el mundo se aprovecha de mí”, etcétera. Hacernos preguntas no implica que sea falso que hayamos pasado por este tipo de situaciones, si no que estamos dispuestos a preguntarnos por qué y a averiguar qué nos pasa a nosotros para que siempre se repita.

Factores psicológicos que afectan a la capacidad de conducción

Conducir un automóvil es una tarea compleja que requiere de cierto control en un entorno de continuo cambio, por lo que os podéis imaginar cómo las emociones entran en juego también en esta actividad.

La “transformación” al volante

Hace unos días me quedé pensando en una de las frases que suele decir una amiga cuando se pone tras el volante y comienza a circular, siente que “se transforma“. Sin sacarlo de contexto ni abarcar más aspectos personales de ella, me di cuenta de que no es la primera vez que escucho un mensaje similar, pues mucha gente siente, o dice de otros, que la conducción saca lo peor de sí mismos.

¿Has escuchado algo similar alguna vez? Seguro que en alguna ocasión has visto a alguien que suele ser pacífico y sereno, convertirse en una persona que pierde los papeles al volante (grita a otros conductores, se enfurece, critica cada movimiento del otro…).

Los solitarios tienen un cerebro especial

Nos hacemos eco de un estudio que llevó a cabo hace unos años y que no deja de sorprender a los lectores, sobre todo a aquellas personas que se consideran solitarias.

¿Cómo responden los solitarios a las recompensas?

Los datos del estudio publicado en Journal of Cognitive Neuroscience que os compartimos a continuación, son de una población muy pequeña y sesgada, únicamente se estudiaron a 23 mujeres estudiantes universitarias, por lo que hay que entender estos resultados como lo que son, un dato curioso y, entender que hay que replicar el estudio en poblaciones más grandes para comprobar nuevamente los resultados.

Para el estudio, primero se les realizó una serie de preguntas a las entrevistadas para saber quién se sentía socialmente aislada, solitaria o quien no se sentía de ninguna de esas maneras.

A continuación, se les realizó un escáner cerebral mientras miraban fotografías de de personas disfrutando de sí mismas y se vio que la región cerebral conocida como cuerpo estriado, se iluminó menos en las aquellas que se denominaron como personas solitarias.

Las consecuencias de poner etiquetas diagnósticas a todo

Las etiquetas diagnósticas pueden ser un peligro cuando comenzamos a usarlas de forma excesiva y exagerada, cuando las personas las utilizan para definirse así mismas y dejan de pensarse.

Llevo unos meses leyendo artículos sobre psicología con nuevas etiquetas diagnósticas que intentan definir a una población en vez de a una persona, una etiqueta que se queda en lo superficial sin ahondar en qué les ocurre, en quiénes son, en por qué les pasa lo que les pasa.

Las etiquetas diagnósticas no tendrían por qué resultar un problema si se usaran en un ambiente clínico pero, internet ofrece a cualquier tipo de lector un conocimiento sobre diferentes trastornos mentales que le llevan a señalar todas las posibles enfermedades que podría tener, por lo que se convierte en una búsqueda de descubrir quién es y qué es lo que le ocurre a través de un listado de aspectos que definen a una población, no a su persona.

Se van creando etiquetas diagnósticas con este fin de diagnosticar cualquier cosa que le pueda ocurrir a una persona, sin detenernos a pensar que este sujeto es mucho más que el síntoma que le provoca sufrimiento, que habrá que ver porqué ha desembocado en dicho síntoma y no en otro, que hay que darle la oportunidad de hablar y hablar para descubrir qué trae en su discurso.

Como esa preciosa cebolla a la que vamos quitándole capas, con suavidad para no romper ninguna y a un ritmo tranquilo, para no ir más rápido de lo que ella misma podría.